A la par de su carrera
como abogado, Juan Manuel Alvarado diseñó artesanías para financiar
sus estudios, pero esa actividad se convirtió en su fuente de
ingresos. Ahora tiene una oferta de 700 artículos que exporta a
distintos países
Acento Mexicano es una
empresa de artesanías. Sin embargo, qué puede diferenciar a esta
compañía de tantas otras que hay en el país? Juan Manuel Alvarado,
director de la firma, explicó que la diferencia entre ésta y otras
es que tienen procesos industriales sólidos, tecnología de punta,
diseño propio y como pocas, lograron anticiparse a los
cambios.
La compañía arrancó en
1995. En ese entonces Alvarado aún no concluía la carrera de
abogado, pero decidió abrir un negocio para solventar sus estudios.
En 1996 se graduó, pero continuó con las artesanías porque
caminaban muy bien.
La idea era ofrecer a
la gente productos de muy buena calidad con un enfoque en lo
rústico contemporáneo. Desde un inicio intentó que fuera vendible
por su calidad y sobre todo, útil.
Al principio compraba
algunas cosas y ensamblaban sus productos, pero en la actualidad
hace todo el proceso.
"Empecé con unas
cuantas mercancías y a la fecha, Acento Mexicano tiene un
portafolios de 700 artículos, los que renueva cada seis meses",
indicó.
Y esa es una ventaja
que nos hace movernos rápido en el mercado, pues si bien tenemos
competencia, tenemos una capacidad de maniobra en cuanto a
productos y servicios, recalcó.
Acento Mexicano maneja
desde souvenirs para playa hasta pequeños muebles para tiendas
departamentales.
"La empresa crece de
manera vertical, pues antes tardamos tres meses en fabricar 7 mil
piezas y ahora sólo una semana", destacó.
Pero Acento Mexicano
no pretende moverse de su foco de fabricar artesanía nacional; sin
embargo, los procesos sí evolucionan, pues conforme aumentan las
ventas, se aplica una mejor tecnología, entre la que se incluye
maquinaria de punta y procesos industriales novedosos.
"Por ejemplo, antes
pintábamos a mano el metal, pues el mercado así lo solicitaba, pero
ahora se lleva a cabo un proceso similar al que aplican las grandes
armadoras con los autos", agregó.
Un elemento
fundamental para el crecimiento de Acento Mexicano, dijo Alvarado,
es que se adaptan al cliente.
"Eso es algo que se le
olvida a mucha gente; cuando fabricamos un producto lo primero que
se piensa es en cuánto puede vender y qué debemos hacer ganar
todos", recalcó.
En ese sentido,
detalló que se ajustan a las necesidades de las personas, pero sin
olvidar la calidad de la artesanía.
Alvarado comentó que
así trabajan las grandes compañías, pues ellos saben perfectamente
en cuánto pueden comercializar un refresco o botana y que el costo
permita un margen de ganancia tanto a la marca como al
comerciante.
"Por ello es que vemos
como unas papas cuestan cinco pesos o un refresco seis, porque los
corporativos saben que eso puede desembolsar el cliente y entonces
sus procesos internos se encaminan a lograr esa meta",
refirió.
En los inicios del
negocio Alvarado se encargaba de hacer todo: administraba, atendía
los pedidos y se encargaba de los diseños de los productos, pero
conforme la empresa se expandió contrató a empleados y más
adelante, instaló un despacho de diseñadores, quienes se encargan
de desarrollar los productos de Acento Mexicano, en conjunto con
ingenieros industriales.
Ahora la firma coloca
su producción en el país y en el exterior.
Entre los mercados
foráneos destacan Chile, Estados Unidos, Colombia, Canadá,
Centroamérica, Europa y Filipinas, entre otros.
El directivo también
afirmó que un aspecto para mantenerse en el gusto de la gente fue
entender y adaptar la mercancía a lo que querían los
clientes.
Al inicio pedían
productos "mal hechos", es decir, mal pintados, oxidados, con
madera muy rústica, etcétera.
Sin embargo, con el
paso del tiempo la demanda mantuvo ese gusto por lo rústico
mexicano, pero de mayor calidad.
Y fue entonces cuando
"nos dimos cuenta de que parte de la artesanía rústica se comenzó a
fabricar en algunos países de Europa del Este, debido a que sus
procesos eran de mayor calidad y la entrega era en tiempo y forma,
a diferencia de talleres locales que tienen la fama de no cumplir
con lo prometido".
En consecuencia, la
compañía tuvo que "remar contra la corriente", pues cuando acudía a
visitar clientes extranjeros, ést